Hace unos días, desde las aulas y las redes sociales hemos recordado y reflexionado sobre dos acontecimientos históricos significativos para la historia mundial.
El
11 de setiembre de 1973 el pueblo chileno afrontó un golpe de Estado militar - característico durante la Guerra Fría
en América Latina - promovido por el imperialismo estadounidense contra un
gobierno democrático de afiliación socialista, tal como lo definía el ex presidente
Salvador Allende. Instaurado la dictadura militar del general Augusto Pinochet
se inició una ola de persecución, represión y asesinatos, calificado como un
régimen violador de los derechos humanos durante diecisiete años.
Lo
que parecía ser un exitoso experimento sui generis; donde un gobierno
socialista se establecía vía elecciones y se atrevía a realizar reformas bajo
las estructuras del viejo orden oligárquico chileno, demostró que esa táctica
conduce a un rotundo fracaso y sobre todo genera una confusión en los sectores
sociales respecto a la perspectiva revolucionaria. Más allá de recordar ese
acontecimiento románticamente, debemos reflexionar sobre los postulados de la
doctrina socialista. Cuando leemos a los clásicos del socialismo lo primero que
dejan muy claro es la vía de la conquista del poder – ojo, conquista - no ganar
un gobierno: El nuevo orden socialista se sostiene desde un inicio en la permanente
movilización de las masas, bajo una dirección de vanguardia proletaria y con
sus propias fuerzas revolucionarias. La doctrina no enseña en confiar
ingenuamente en la vieja oligarquía y en su fuerza armada, allí el pecado del
buen intencionado Salvador Allende. Desde luego, esa experiencia dejó
lecciones.
El
atentado a las Torres Gemelas del 11 de setiembre del 2001 marcó un antes y un después en la
política internacional del imperialismo estadounidense. Recién iniciaba el
siglo XXI y el mito del triunfo del capitalismo acompañado con el fin de la
historia y el nuevo orden “civilizado” se venía abajo. Durante casi todo el
siglo XX y más aún durante la Guerra Fría, la propaganda yankee acusó al
movimiento socialista de generar el terror y la inestabilidad en el mundo. Tras
la caída del bloque soviético y los “socialismos reales”, se acabó la
justificación militarista de EE.UU. en su política internacional. Ya no existía
la “amenaza comunista a la paz mundial”. Pero ¡Oh! Sorpresa, el país con el
mejor sistema defensivo, con el mejor sistema de espionaje del mundo, fue
objeto de un atentado en su corazón financiero. No se trataba del viejo enemigo
comunista, ahora se trataba de un nuevo enemigo: el fundamentalismo islámico,
representado por Al-Qaeda, liderado por un ex agente de la CIA llamado Osama
Bin Laden.
Osama
fue uno de los líderes de la resistencia anti soviética en la década de 1980,
cuando la URSS – social imperialista – invadió Afganistán y quería convertirla
en un satélite político. La resistencia organizada a través de los muyahidines
recibió el financiamiento y equipamiento del imperialismo estadounidense; en
ese momento no le interesó si estaba apoyando a radicales islámicos, el
objetivo era derrotar a la URSS. Y lo lograron, las tropas soviéticas se
retiraron de Afganistán hacia inicios de 1989, dejando el gobierno en manos de
los muyahidines. Al poco tiempo surgieron las rivalidades entre el nuevo
gobierno fundamentalista y los intereses imperialistas de EE.UU. Los yankees
creyeron que podían someter fácilmente a sus “socios”, nada de ello ocurrió;
pues para los fundamentalistas los enemigos no solo eran los soviéticos,
también lo era el capitalismo occidental. Estados Unidos había engendrado una
de sus peores pesadillas y en algún momento tendría que saldar cuentas.
La
política belicista de EE.UU. en las guerras del golfo pérsico dejó en claro los
objetivos estratégicos de poseer el petróleo del Medio Oriente. Recordemos que
el presidente de yankee durante esos conflictos fue George Bush (padre).
En los noventa el belicismo de EE.UU. se concentró en las guerras de la ex
Yugoslavia, y en lo político la ejecución del Consenso de Washington en los
países subdesarrollados, incluido nuestro país a través de la redacción de la
Constitución de 1993. Ocurridos los atentados a las Torres Gemelas, la decisión
de EE.UU., presidido por George Bush (hijo), fue invadir Afganistán en
noviembre del mismo año y dos años después acusó a Irak de ser cómplice de
Al-Qaeda y producir armas bacteriológicas, lo cual se tradujo en una descarada
invasión al Medio Oriente. ¿Casualidades?
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